TEMA 10.- LA ORIENTACIÓN EDUCATIVA Y PROFESIONAL. LA ACCIÓN TUTORIAL COMO TAREA DOCENTE.
10.1.- INTRODUCCIÓN
En la actualidad la movilidad ciudadana tanto geográfica como sociocultural, ha supuesto un nuevo modelo de relaciones, más complejas, y cargadas de incertidumbre, que exigen a las instituciones una respuesta ágil a estos cambios.
Las leyes educativas como normas que rigen el presente y futuro de niños, jóvenes y no tan jóvenes intentan adaptar al individuo a las normas imperantes en la sociedad, por un lado, y por otro facilitar el desarrollo de competencias básicas o clave que permitan al ciudadano una participación activa en la sociedad y el progreso de la misma mediante el aporte de todos los individuos, existiendo dos principios ineludibles desde el año 1990, lograr una educación de calidad, que ésta alcance a todos los destinatarios, y que la actuación de los sistemas educativos se produzca en un entorno de igualdad de oportunidades, para lo cual en muchas ocasiones requerirá de apoyos externos para lograr este amplio objetivo, uno de esos apoyos lo constituye la orientación educativa o profesional.
La Orientación es considerada desde la LOGSE como un factor de calidad, junto a otros como la formación del profesorado, los recursos educativos, la función directiva, la innovación y la investigación educativa, la inspección educativa o la evaluación del sistema educativo. Precisamente lo que aporta la orientación frente al resto de factores, es una apuesta clara e inequívoca por la individualización de la enseñanza, por la adaptación de los elementos curriculares a las necesidades individuales, teniendo en cuenta que la atención a la diversidad es una realidad en las aulas, y los individuos muestran intereses, capacidades, motivaciones y estilos de aprendizaje distintos, siendo la labor de la orientación educativa determinar las barreras y potencialidades de aprendizaje que tenga el sujeto, para maximizar éstas y minimizar aquellas de tal manera que se dote al sujeto de recursos materiales y humanos que permitan asegurar la igualdad de oportunidades en el logro de competencias y objetivos que establece el currículo para una determinada edad, así como sea capaz de conseguir autonomía y una participación activa en un determinado entorno que es el de referencia para el sujeto.
La Orientación está estrechamente vinculada a la acción tutorial, proporcionando a la misma estrategias necesarias para que los aspectos más individualizadores de la enseñanza, que permitan autoconocerse al alumnado, conocer los recursos del entorno, y aprendan a tomar decisiones responsables, lleguen a todo el alumnado por medio de una planificación de actividades en un marco de un programa que se desarrolla a lo largo de un ámbito temporal como es un curso.
En la actualidad, estamos ante un curriculum competencial, en el que los centros, en función de su autonomía pedagógica y organizativa, toman decisiones con respecto a cómo atender a las fuentes de diversidad que el profesorado encuentra en sus aulas, apostando en primer lugar por medidas generales que permitan beneficiarse a alumnado con diferentes ritmos y estilos de aprendizaje, ordinarias de refuerzo y apoyo, y por último medidas extraordinarias, para lo que se requerirá que el responsable de orientación valore e identifique las necesidades del alumnado para que se proceda en equipo a diseñar una respuesta coherente y ajustada a estas necesidades detectadas.
La primera normativa que recoge la figura del tutor/a es la Ley General de Educación de 1970, considerándose la orientación como un servicio externo que acudía puntualmente a los centros en función de las demandas que realizaban los centros a estos profesionales, que trabajaban en red formando equipos de psicólogos, pedagogos y maestros de educación especial. Con la LOGSE se institucionaliza la orientación como un derecho del alumnado, y se crean en los Institutos los Departamentos de Orientación, con objeto de que el alumnado de Educación Secundaria Obligatoria, consiga los objetivos establecidos con carácter general para todo el alumnado. Estos Departamentos no sólo atienden al alumnado de ESO, sino también al de Bachillerato y Formación Profesional, siendo una de sus tareas relevantes, y que en los próximos años ha de intensificarse, especialmente con la nueva ley de formación profesional, la orientación profesional, con objeto de ayudar a los jóvenes, y los adultos que cursen diferentes enseñanzas, a construir un proyecto profesional, que les permita conseguir una adecuada empleabilidad en función de sus competencias, intereses, motivaciones y oportunidades del entorno.
A lo largo de este tema, veremos los orígenes de la Orientación Educativa y Profesional, definiremos el concepto de qué entendemos por orientación educativa y por orientación profesional, estudiaremos los diferentes modelos teóricos y sus aplicaciones, así como haremos por un recorrido por la normativa legal actual, tanto nacional como autonómica. Posteriormente definiremos el concepto de tutoría, la encuadraremos dentro de un modelo de atención a la diversidad e individualización de la enseñanza, para pasar a identificar sus referencias legales.
Es evidente que el Inspector de Educación como garante del cumplimiento de la ley, debe incidir en los aspectos que vertebren el sistema para conseguir una verdadera igualdad de oportunidades, y la orientación educativa y la acción tutorial son dos herramientas complementarias que permiten una individualización de la respuesta educativa que se adapte a las circunstancias del sujeto, por lo que desde la supervisión que el Inspector realice de los centros pertenecientes a su bolsa, se ha de prestar especial atención a las necesidades que éstos presenten, su distribución, así como la respuesta que desde el centro se ofrece.
Sin más dilación procedamos a entrar en materia.
10.2.- LA ORIENTACIÓN ACADÉMICA Y PROFESIONAL
10.2.1.- Definición y conceptualización de la Orientación Académica
Definir el concepto de orientación no es tarea fácil, ya que existen multitud de enfoques, con concepciones distintas, de tal forma que resulta arduo en la literatura científica encontrar una definición unívoca y aceptada de manera formal por los diferentes investigadores y profesionales de la orientación, lo cual tiene que ver con el carácter de la multiplicidad de enfoques y paradigmas de cualquier ciencia social.
Podemos definir, para comenzar, como Orientación al conjunto de conocimientos, metodologías y principios teóricos que fundamentan la planificación, diseño, aplicación y evaluación de la intervención psicopedagógica preventiva, comprensiva, sistémica y continuada que se dirige a las personas, instituciones y contexto comunitario, con el objetivo de facilitar y promover el desarrollo integral de los sujetos a lo largo de las distintas etapas de su vida, con la implicación de los diferentes agentes educativos (orientadores, tutores, profesorado, familia) y sociales (Vélaz de Medrano, 1998: 37), que recoge de forma fiel lo que se entiende hoy día como Orientación.
Entendiendo la Orientación educativa como una herramienta de ayuda al sujeto para que éste sea capaz de resolver sus problemas, y en la que convergen diferentes facetas, modalidades o ámbitos (Orientación profesional, familiar, personal, escolar, académica, entre otros).
Los diferentes autores expertos en orientación (Lázaro, 1986; Castaño, 1983; Rodríguez Espinar, 1993; citados en Sebastián, 2003), están de acuerdo en subrayar la función educativa de la orientación, no para resolver problemas de los sujetos, sino para ayudarles mediante herramientas educativas a resolverlos. En general, es el sujeto a quien se dirige la orientación, quien presenta la necesidad de ayuda, aunque puede hablarse de distintas situaciones en función del contexto donde surja dicha necesidad.
Lázaro (1987), afirma que la Orientación educativa posee diferentes ámbitos de aplicación según se trate de la finalidad concreta del asesoramiento o del contexto donde se desarrolla el sujeto, que en realidad considera matizaciones semánticas (personal, académica, familiar, profesional) respecto a unos mismos conceptos, aun cuando puedan distinguirse aspectos concretos a que se dirige cada una, dentro de una pretensión común de ayuda al sujeto, que es el objetivo fundamental de toda orientación.
Históricamente, la Orientación ha estado vinculada al sistema educativo, Parsons, fue el primer autor partidario de integrar la orientación vocacional en el programa escolar, recomendación que fue seguida por diferentes autores representantes del modelo de educación para la carrera (Davis y Wheatley, Kelley, Brever, Proctor, o Dewey).
Esta integración en el marco educativo ha tenido en general dos acepciones: como ayuda y ajuste de los estudiantes al sistema escolar, teniendo en cuenta las diferencias individuales de los estudiantes, o como función integrada en la educación, para prepararse a la vida adulta por medio del currículo escolar, siendo por tanto el profesorado el agente clave, que puede contar con el asesoramiento especializado de un experto.
Hablando de nuestro país, la Orientación se considera una tarea teórica y práctica, esencialmente pedagógica, con la que se pretende estimular el desenvolvimiento de una persona para que sea capaz de tomar decisiones dignas y eficaces ante los problemas que la vida le plantea, pudiendo considerarse una faceta educativa en tanto que supone el perfeccionamiento de la persona humana (García Hoz, 1982).
Hay razones para defender este modelo de orientación, como son el sentido de unidad de la personalidad humana que reclama una intervención globalizada desde el centro educativo, y por otro lado los objetivos de la educación que han de combinar la dedicación a lo instructivo con lo formativo, con lo que la orientación educativa no hace referencia tanto al contexto escolar, como a la naturaleza educativa del proceso orientador (Álvarez, 1995).
Dicho de otra manera, la Orientación educativa se entiende en dos sentidos constitutivos y complementarios, por una parte como ayuda que se proporciona a una persona para que elija entre itinerarios u opciones que le resulten más adecuadas, por otra parte la función orientadora es inherente a la función docente como proyecto que tiende a proporcionar los medios necesarios para la formación integral y personalizada del alumno (Solé, 1998).
La orientación, ya en su modalidad Académica o Profesional, se apoya en una serie de principios básicos, que han sido puestos de manifiesto por diferentes autores en función del modelo asumido por cada uno de ellos. Rodríguez Espinar (1986) propone tres principios:
Prevención primaria; para evitar la aparición de situaciones que puedan desencadenar un problema que afecte al desarrollo equilibrado de la personalidad, objetivo de toda acción educativa, por lo que debe ir dirigida a toda la población y tener un carácter proactivo, involucrando diferentes momentos a lo largo del proceso educativo y diferentes contextos de referencia para el individuo.
Desarrollo; o capacidad de activar y facilitar el máximo desarrollo de capacidades, habilidades y potencialidades del sujeto, que hoy podríamos extender a competencias.
Intervención social; considerando la orientación como un factor de cambio social que actúa sobre estructuras e instituciones educativas. Álvarez González (1995) y Rodríguez Moreno (1999), proponen los mismos principios, Álvarez Rojo (1994) y Adame (2000) plantean añadir el principio antropológico y Pérez Boullosa (2001) añade a los tres principios clásicos, el de intervención terapéutica.
El principio de prevención, prevé y anticipa la aparición de problemas que pudieran ser obstáculo para lograr los objetivos que se marca el sujeto en el terreno personal, educativo o vocacional. Podemos hablar de prevención primaria si los problemas no existieran todavía, y su principal mecanismo de actuación será ayudar a los alumnos a evitar situaciones que podrían llevar a conducirse de manera inadecuada, y a considerar las consecuencias de sus acciones, con el fin de conocer cómo actuar correctamente.
La prevención primaria reduce la incidencia de una situación eliminando circunstancias o modificando condiciones ambientales, a la vez que contribuye a desarrollar mayor competencia emocional para afrontar una situación de riesgo. Puede decirse que la prevención primaria es proactiva, centrada en la población de riesgo e interviene antes de que aparezca el problema (Conyne, 1983; en Sebastián, 2003). A su vez, la prevención primaria es rentable, lo cual está demostrado, pese a que debe asumirse una inversión inicial, y hacer frente a la resistencia de una cultura de trabajo que enfatiza los programas curativos – correctivos (Rodríguez Espinar, 1993).
Así, en Orientación Profesional, esta prevención primaria hace necesario el conocimiento anticipado y continuo de los sujetos, de sus características personales y contextuales para evitar las posibilidades de riesgo; exige colaboración del profesorado; se dirige a grupos y poblaciones, teniendo en cuenta el contexto; requiere la implicación y capacitación de los individuos; y posee gran vinculación con el modelo de intervención por programas.
En la prevención secundaria se trabaja con sujetos ya afectados en un intento de eliminar o reducir los problemas que se han ido presentando, para continuar con el proceso general del desarrollo. Se podría concretar en la atención al alumnado con bajo rendimiento escolar, los alumnos con dificultades de adaptación al contexto escolar o los alumnos que muestran comportamientos desviados.
La prevención terciaria se utiliza para reducir los problemas existentes y que revisten cierta gravedad.
El principio de desarrollo, se concreta en la consideración de la Orientación como un proceso continuo dirigido al desarrollo integral de la persona, facilitando el desarrollo personal, asesorando en la asunción y clarificación de valores, y posibilitando una toma de decisiones responsable que permita solucionar los momentos críticos en que se encuentra el alumnado a lo largo de su escolaridad. Es evidente, que cuanto más consciente es una persona de sus propias características personales, tendrá mayor capacidad de influencia en su desarrollo en función de las elecciones que ha de efectuar (Super, 1957). Este principio requiere la adopción de un enfoque constructivista, proporcionando al sujeto situaciones de aprendizaje y experiencia que permitan la construcción y el progreso de los esquemas conceptuales de sí mismo, las representaciones sobre el trabajo y sobre las profesiones.
A su vez supone considerar la Orientación como un proceso de ayuda, continuo (favoreciendo y potenciando el desarrollo de la carrera) e integral, dirigido a todas las personas, para construir planes de futuro, y por tanto desarrollable a través de los procesos habituales de enseñanza y aprendizaje, como parte de los contenidos curriculares. Los programas de Orientación Vocacional parten de la importancia de este principio. Según Pereira (1995), este principio que subyace a la propia idea de orientación, sigue siendo una asignatura pendiente en nuestro país, pues sigue siendo una utopía la integración curricular de la orientación, mientras que se lleva a la práctica a través de acciones puntuales o específicas. (Sánchez, 2004).
El principio de intervención social, o ecológico, hace referencia al contexto donde se desarrolla el sujeto, ya que es evidente la necesidad de propiciar que los sujetos orientados pongan a prueba sus posibilidades, valores e intereses a través de su contacto con la realidad, siendo conveniente que los sujetos establezcan contacto con el mundo productivo. Hay que tener en cuenta el papel de la familia, amigos y comunidad para la toma de decisiones, siendo necesario contar la colaboración de toda la comunidad educativa (agentes sociales, económicos, servicios de información).
El Orientador es un agente de cambio social que ayuda al orientado a que se adapte al medio ambiente y le hace consciente de los obstáculos que impiden su plena realización personal, advirtiendo de discrepancias entre objetivos y valores del individuo y los que propone el ambiente que rodea al sujeto, para que éste reaccione para ejercer un control razonable sobre su futuro.
En los últimos años, se propone un nuevo principio, de potenciación, ligado a los principios de desarrollo e intervención social, y que se define como el proceso por el que las personas, organizaciones y grupos, toman conciencia de la dinámica del poder del trabajo en el contexto de su vida, desarrollan las competencias y capacidades para lograr algún grado de control razonable sobre sus vidas, ejercen control sin infringir los derechos de otros y apoyan el funcionamiento de otros en su comunidad (McWirther, 1991; en Rodríguez Espinar, 1998: 224).
Por otra parte, al referirnos a las funciones de la Orientación, éstas están relacionadas directamente con la etapa educativa donde se realiza la labor de Orientación, ya que cada etapa va a requerir abordar necesidades diferentes, derivadas del proceso de desarrollo del individuo, que van a implicar estrategias igualmente diferenciadas, que en nuestro sistema educativo están operativamente coordinadas en tres niveles diferenciados: asesoramiento general, asesoramiento especializado interno y asesoramiento externo.
En un primer nivel estaría la labor del tutor o tutora del grupo donde el alumnado está escolarizado, caracterizada por el aporte de información objetiva y de calidad, asesorar al alumnado sobre sus posibilidades educativas en función del conocimiento que el tutor tiene de sus características personales y sociofamiliares, y de proporcionar una primera respuesta a la problemática planteada por el alumnado, así como en la detección de dificultades de aprendizaje, realizando una labor intermediaria entre centro educativo y familia, y una coordinación de todos los agentes educativos que intervienen en el centro para garantizar la educación del alumnado.
El segundo nivel de la Orientación en el sistema educativo se produce a nivel de recurso especializado, como el Departamento o Equipo de Orientación y Apoyo de un determinado centro, como actividad interna, como recurso especializado de asesoramiento de los diferentes agentes de la comunidad educativa. Es éste nivel el que proporciona una mayor respuesta de calidad a todo el sistema educativo, ya que permite promover acciones orientadoras siguiendo modelos de actuación diferentes, asumiendo el asesor un papel más
o menos activo, directivo e impulsor de cambios.
Por último, el tercer nivel, formado por los equipos de sector, ofrece una respuesta especializada a las demandas planteadas por los niveles anteriores, asegurando una respuesta educativa de calidad a todo el alumnado mediante la elaboración, adaptación y difusión de materiales, facilitar el tránsito entre etapas educativas del alumnado con mayores necesidades de apoyo específico, formando a profesores y otros profesionales del resto de niveles de Orientación, así como facilitando pautas educativas a las familias.
Las diferentes funciones más representativas que encontramos en la literatura pedagógica con respecto a la Orientación Académica y Profesional serían (Álvarez González, 1995: 46 – 48):
a) Función de consejo individualizado para que aprendan a valorar los sujetos sus propias características, y las oportunidades laborales y de ocio que la sociedad les ofrece, y que tomen en cuenta toda esta información para decidir su futuro académico o profesional. Esta función tiene especial relevancia en momentos de inicio de una ocupación en la vida, a lo largo de la promoción del sujeto, de los cambios de actividad y en la planificación del abandono de la tarea.
Función de ayuda, facilitando al sujeto estrategias y procedimientos que le permitan afrontar con garantías de éxito el proceso de toma de decisiones, teniendo en cuenta la información que posee sobre sí mismo y el entorno académico y laboral de referencia.
c) Función de organización y planificación, dirigida a todas las personas y en cualquier contexto, para evitar posibles desajustes, mediante la aplicación de las medidas correctoras oportunas. Ello implica, la adquisición de conocimientos, competencias, destrezas y actitudes básicos para el ejercicio de una profesión, para lo que es necesaria la participación activa del sujeto orientado, planificando sus propios objetivos vocacionales, siendo la labor del orientador, ayudar a los sujetos a afrontar cualquier problemática vocacional, prestando atención a los problemas personales del sujeto orientado. También esta función implica a otros agentes de la comunidad educativa, al centro para ayudarle a diagnosticar necesidades de orientación y formar a los profesores en los aspectos vinculados a estas necesidades, al profesorado para implicarles en la acción orientadora, a las familias para que puedan mejorar las relaciones con sus hijos y colaborar en el proceso de toma de decisiones, y a la propia organización escolar a través de los equipos directivos y órganos de coordinación didáctica promoviendo el cambio de actitudes y la mejora de las relaciones.
d) Función diagnóstica y procesual, a cargo de un profesional especializado, que a través de técnicas específicas extraiga datos sobre las características de los sujetos, a los que debe proveer información actualizada y de calidad de la situación del mercado laboral y de las opciones existentes y más favorables a sus características, haciéndoles conscientes de sus posibilidades y cómo ejercerlas y desarrollarlas, ayudándole en la elaboración de su proyecto de vida. Esta función debe desarrollarse a lo largo de toda la vida del sujeto, tanto a lo largo de su vida escolar, como posteriormente en los diferentes procesos de formación permanente vinculados a su progreso en el puesto de trabajo.
e) Función informativa y formativa, proporcionando información de estudios y profesiones, desarrollando en los sujetos estrategias de búsqueda de información, facilitando un acercamiento a los recursos que la comunidad pone a disposición del alumnado que desea incorporarse a la vida activa, utilizando medios tecnológicos para facilitar el acceso a la información, y planificando itinerarios de inserción ocupacional.
f) Función socializadora, a través del beneficio individual y social que produce la actividad laboral, tanto a través de la integración que supone tener un trabajo remunerado, con el que contribuir a una tarea demandada por la sociedad, desde el punto de vista de obtener recursos con los que adquirir bienes y servicios, y mejorar la calidad de vida del individuo, como por el hecho de contribuir al desarrollo económico del país, una región o una comarca, prestando una actividad profesional integrada en un mercado de factores productivos, donde el trabajo y su reparto, es el elemento esencial para lograr el equilibrio de fuerzas en ese mercado, así como la cohesión social.
g) Función educativa, que permite descubrir las diferentes opciones formativas y laborales que presenta la sociedad, y enseñar a los alumnos a tomar decisiones partiendo de las características personales, intereses y valores de los orientados.
h) Función de consulta, bien al profesorado, a las familias, o a los equipos directivos de los centros, implicando a estos agentes en la acción orientadora, facilitándoles la información y los recursos necesarios para desarrollar con un nivel de calidad aceptable la función de asesoramiento con el alumnado o los hijos.
i) Función de evaluación e investigación, para evaluar la propia acción orientadora del profesional y de los resultados alcanzados a través del proceso de orientación. También tiene relación con la formación de todo Orientador en el análisis de las conclusiones de las diferentes investigaciones que se llevan a cabo en el área de la Orientación.
Podríamos afirmar sin riesgo a equivocarnos que hay tantas formas de llevar a la práctica la acción orientadora, como profesionales de la Orientación, pero en cualquier ciencia, y hemos podido apreciar que nuestra disciplina lo es, al menos sus planteamientos de objetividad, sistematicidad y control, se hace necesario una simplificación de la realidad, es decir partir de un conjunto de presupuestos ensamblados lógicamente que condicionen los posicionamientos y los métodos de intervención.
Podríamos hablar en general de cuatro grandes modelos: consejo, consulta, servicios y programas (Sebastián, 2003).
El modelo de consejo, también llamado clínico parte del contacto directo y personalizado entre el responsable de orientación y el destinatario de la intervención, con objeto de proporcionar asesoramiento o ayuda, aconsejando en la toma de decisiones ante un problema personal, académico o profesional, y así satisfacer las diferentes necesidades de los sujetos. Su carácter suele ser remedial o terapéutico, aunque existe la posibilidad de actuar de modo preventivo. Utiliza como técnica más habitual la entrevista, y sus aplicaciones principales son la actuación ante problemas de aprendizaje, tras una intervención fallida del tutor, la existencia de problemas emocionales o la necesidad de información personalizada en casos de orientación académica o profesional.
El modelo de consulta, implica una situación de asesoramiento indirecto del responsable de orientación a aquellos profesionales o implicados que directamente hayan de convivir frecuentemente con la persona o grupo de personas, que manifiesta un determinado problema. Dicho modelo requiere colaboración y coordinación entre responsable de orientación y consultante.
El modelo de servicios, trata de intervenir ante una demanda solicitada en una determinada circunstancia, con una claro sentido remedial, bien individualmente o grupalmente. Las demandas que originan la intervención del responsable de orientación, pueden ser de tipo personal, colectivo, institucional o estructural, y dicha intervención se realiza siempre a petición de los miembros de la comunidad educativa en el caso de la Orientación Educativa y Profesional, previa presentación de la cartera de servicios por parte del responsable de orientación en momentos concretos, como pueden ser las reuniones generales de padres, algún Claustro, o alguna reunión de la Comisión de Coordinación Pedagógica.
Por último, el modelo de programas, basado en la teorías del desarrollo, considera a la Orientación como una parte más del proceso educativo, por lo que la intervención por programas se sustenta en los principios de prevención, desarrollo e intervención social, y el carácter educativo de la orientación, es decir este modelo implica partir del análisis de necesidades, y en función de las mismas plantear una serie de objetivos o metas en torno a una serie de bloques de contenidos relacionados con la acción orientadora (acción tutorial, orientación académica y profesional, convivencia y participación, investigación e innovación, atención a la diversidad, formación del profesorado, evaluación del alumnado y de la práctica docente) que se desarrollan mediante la puesta en marcha de una serie de actividades y estrategias, llevadas a cabo por los profesionales de la enseñanza, fundamentalmente el tutor de cada grupo de alumnos.
Los programas se pueden confeccionar integrando los contenidos de los bloques de contenido de la orientación en las áreas del currículo, o elaborando un currículo propio, a desarrollar como una materia más o en el espacio destinado a la tutoría lectiva.
Las ventajas de apostar por el modelo de programas son numerosas, ya que se pone el énfasis en la prevención de dificultades y el desarrollo de competencias, el responsable de orientación es un profesional más del centro, estimula el trabajo en equipo, operativiza los recursos humanos y materiales, promueva la participación activa de los sujetos orientados, se dirige a todos los alumnos sin excepción, abre el centro a la comunidad educativa, se aproxima a la realidad a través de experiencias y simulaciones, y permita una evaluación y
el seguimiento de las actividades realizadas (Álvarez González, 1998).
Rodríguez Espinar (1993), considera que siendo una de las funciones de la orientación la proactividad o prevención, y no solamente la reacción a necesidades o problemas educativos, es necesaria la planificación, es decir, el establecimiento de un plan sistemático de acción con objetivos que permiten el desarrollo de competencias en los sujetos, lo cual coincide con la perspectiva aportada sobre el modelo de intervención por programas, con la peculiaridad adaptada a los centros educativos, de que en los mismos es necesario crear un servicio interno de soporte técnico y asesoramiento a los tutores, que anteriormente hemos definido como el primer nivel de orientación, así como un servicio externo de apoyo especializado, por lo que sería más correcto hablar de un Modelo de Servicios actuando por programas.
También el mismo autor, Rodríguez Espinar (1993), propone la reflexión sobre el impacto de las nuevas tecnologías en la orientación, que sin llegar a constituir un modelo de intervención, si se ajusta al concepto de recurso pedagógico o mediador material de los aprendizajes y del desarrollo personal, académico y profesional de los sujetos destinatarios de los procesos orientadores, potenciando la función de la intervención por programas, aplicables a la orientación personal, orientación de la carrera, consejo académico, diagnóstico y formación de orientadores. Del mismo modo, la incorporación de los medios de comunicación, puede ayudar a concretar y operativizar el principio de prevención e intervención social asociado a la orientación académica y profesional.
Vélaz de Medrano (1998), expone la necesidad de conciliar las aportaciones de cada modelo que puedan ser adecuadas y aplicables a nuestro contexto social y educativo, teniendo en cuenta que la intervención del orientador, como profesional debe dirigirse a colectivos amplios (grupos de alumnos, profesorado, familias), siendo su acción eminentemente indirecta, a través del tutor, en el caso de los alumnos, por lo que adoptará las pautas del modelo de consulta y formación a tutores/as y familias, desde una perspectiva mediadora y colaboradora, organizada de acuerdo al modelo de servicios internos y externos del centro actuando por programas comprensivos y contextualizados, apoyándose esta acción orientadora y educativa en los medios materiales y tecnológicos que se consideren necesarios para optimizar la labor del profesional.
10.2.2.- La Orientación Académica y Profesional dos caras de una misma moneda
La orientación educativa es considerada por nuestra legislación, como una intervención necesaria en el marco de la atención a la diversidad, para satisfacer un derecho básico del alumnado y para contribuir a la calidad del sistema educativo. Desde la dotación de profesionales de la Orientación en los centros educativos, se ha pasado de intervenciones orientadoras puntuales o incidentales, en momentos críticos del desarrollo vocacional del alumnado a concepciones globales y de proceso, entendiendo la Orientación como un proceso continuo a lo largo de toda la vida del sujeto (Álvarez González, 1995; Rodríguez , 2003 b; Romero, 2004).
Para que la Orientación resulte efectiva y eficiente, es imprescindible su integración en todas las etapas por las que el alumnado va pasando en el desarrollo de su madurez personal, académica y profesional, es decir, de esta manera, la Orientación se convierte en una dimensión más de la actividad educativa, que permitiría que el alumnado adquiera progresivamente un conjunto de estrategias y habilidades que garanticen una toma de decisiones fundamentada y justificada en todos los ámbitos del desarrollo vital, y que contribuya al desarrollo de un elemento central como es su autoconcepto académico garantizando un buen ajuste con las instituciones académicas y un buen rendimiento dentro de ellas (Sebastián, 2003).
La peculiaridad de los últimos cursos de la etapa de Educación Secundaria Obligatoria (ESO), por su carácter de final de la escolaridad obligatoria, hace imprescindible un proceso orientador especialmente complejo, que debe atender a orientar profesionalmente al alumnado hacia el mundo productivo, por un lado, y paralelamente, atender a un carácter propedéutico que oriente hacia estudios posteriores (Pérez y Blasco, 2001).
La Orientación Académica, se encuentra pues en estos cursos de la ESO, entrelazada con la Orientación Profesional. La planificación de procesos de orientación constituye una exigencia que se deriva del hecho de que alumnos como familias suelen disponer de informaciones fragmentadas y estereotipadas, tendiendo a pensar que la oferta educativa se reduce a los estudios cursados por personas cercanas o conocidas, o que estén de moda en un momento determinado (Rodríguez Espinar, 1993).
Resulta imprescindible si queremos que el asesoramiento que ofertamos desde los servicios de Orientación sea eficaz, conocer el tipo de razones y argumentos que llevan a los estudiantes a tomar sus decisiones académicas o profesionales, es decir determinar si los alumnos han desarrollado un sistema racional y fundamentado para tomar sus decisiones, o si sus elecciones se deben más bien a razones poco pensadas o improvisadas. De esta manera, será posible planificar y diseñar programas de Orientación que se adecuen al estilo personal de las disposiciones para la toma de decisiones de los alumnos.
TEMA 10 OPOSICIÓN INSPECCIÓN ORIENTATUTORIA CUARTA PARTE
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TEMA 10 OPOSICIÓN INSPECCIÓN ORIENTATUTORIA SEGUNDA PARTE
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